Pequeñas Muertes

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miércoles, 14 de enero de 2009

¿A DÓNDE IREMOS A PARAR? TODO POR UN PERRO



Un tiempo sin hablarnos, pero no les he olvidado (y conste que no saqué eso de ninguna canción). Aquí regreso, pero la noticia no es agradable, me ha molestado muchísimo y espero que compartiéndola con ustedes logre alcanzar algún sentido. A ver si me ayudan, porque yo solita de verdad que no pude.


No sé si se enteraron todos de un hecho ocurrido en la ciudad de Jarabacoa hace aproximadamente tres semanas: el perro de Pamela Sued, un chihuahua blanco se extravió cuando esa familia se encontraba en la ciudad de Jarabacoa disfrutando de un fin de semana.

Con todo respeto por aquellos a quienes los chihuahuas le caen en gracia, me permito decirles desde ya que para mí no son más que un experimento fallido de lo que sería un perro. Un poco en broma, un poco en serio, esta raza canina no es mi preferida. El punto es que la mencionada señorita tenía un perro de estos. Cuando se perdió la familia no solo ‘regó’ la voz, sino que ha ofrecido una recompensa de RD$10,000.00 a quien devuelva el animalito. Esperamos todos que se encuentre bien y que regrese pronto a sus dueños, porque al fin y al cabo, es un ser vivo.

El punto interesante y nada romántico de la pérdida del chihuahua (del que me reservo el nombre porque me recuerda a un amigo que tengo y me niego rotundamente a usar el mismo nombre para ambos) es que alguien avisó que un habitante de Jarabacoa lo tenía; una modista, bastante mayor la señora, que vive muy lejos de donde se perdió el perro y quien, por cierto, tiene perro de su propiedad.

Al saber la familia la noticia de que esta señora supuestamente lo tenía se olvidó por completo de que la palabra clave era ‘supuestamente’ y lanzaron un ataque en medio de la noche a su casa rodeándola de agentes con armas largas que sitiaron la casa no permitiendo que se realizara ningún movimiento a su alrededor. Como si esto no fuera poco a primera hora de la mañana llegan dos coroneles y el fiscal de Jarabacoa a registrar la casa para ‘rescatar’ al perrito y devolverlo a sus dueños.

La señora en cuestión es diabética y su madre una señora muy vieja con problemas de presión: ambas terminaron en el hospital, una con el azúcar por el techo y la otra prácticamente en coma. Si alguien piensa que no era para tanto por favor cierre sus ojos un momento e imagine que a su casa, a mitad de la noche, viviendo frente a un cementerio, la noche sin estrellas, fría, la brisa inexistente, todo congelado en el tiempo maravilloso en el que se supone se puede quitar los zapatos y disfrutar de cualquier cosa que le haga olvidar el estrés del día anterior; llegan de 15-20 personas con armas de alto calibre, que no le permiten salir de su propia casa, pero tampoco permiten a otra persona entrar. A las 6:00 de la mañana todos se están preparando para entrar a su casa que tiene aprox. 78 mts2, poner todo patas arriba, acusarlo de haberse robado un perro que no sabía que existía en primer lugar; su madre termina en el hospital casi inconsciente y usted no puede ayudarla porque tiene un ataque de diabetes.

Se usaron cerca de 20 agentes, dos coroneles, un fiscal, todos los mirones que estaban por allí a esa hora y a un miembro de la familia Sued, solo para preguntarle a la señora si tenía o no al perro.

Resulta cómico ya como las personas utilizan a su antojo el poder estatal en la República Dominicana para hacer lo que les venga en gana cuando les venga en gana sin pagar las consecuencias de sus hechos. Que busquen al perro no es el problema, y si alguien se lo robó sigue siendo robo aunque sea un perro, por lo mismo se le debe dar un castigo que vaya de acuerdo al delito cometido y a las circunstancias en que lo cometió. En eso estoy muy de acuerdo, defiendo el hacer lo correcto en todo momento; pero hacer un despliegue tal de influencias y fuerzas coercitivas que deben servir a motivos mucho más profundos y prioritarios es tan cómico que duele. Si Dickens hubiera conocido a la República Dominicana antes de escribir ‘Alicia en el País de las Maravillas’ no la hubiese situado en Inglaterra sino que Alicia se trasladaría a la República Dominicana. Eso le ahorraría al escritor el Conejo, el Sombrero Loco y una que otra carta de la Reina de Corazones.

Es ya frustrante el levantarse cada mañana y leer el periódico o escuchar las noticias y darnos cuenta que estamos en más de lo mismo; remuevan el más: estamos en lo mismo. Pueden gritar en su cabeza cuantas veces quieran: ‘Por un perro, todo eso por un perro!’ y les prometo que no tendrá sentido. No hay lógica que valga y el peor detalle de todo esto es que los dominicanos nos vamos acostumbrando a ver ciertas cosas, a escuchar ciertas cosas.

Cuando nos acostumbramos a ver como algo normal lo anormal en un estado de derecho los valores han sido cambiados y eso conlleva un peligro social del que, aparentemente, todavía no tenemos medida: se acaba la sociedad, se acaba la justicia (lo que queda de ella), la venganza privada se renueva y el impulso del desarrollo se pierde.

No recuerdo quien dijo lo siguiente, pero les aseguro que no lo cree yo, aún así estoy de acuerdo: la utopía es el inicio del sueño, es la idea que nos mueve a buscarla y a desarrollarnos (parafraseando por cierto). Pues bien, la utopía dominicana se está escapando por el retrete, los trabajos se pierden bajo el peso de la corrupción y el abandono social.

Sé que este escrito no es uno optimista, y sé que la vida es bella en todo momento, pero hay días en los que tengo los ojos cerrados y no puedo verla, hay días en los que parezco estar en alguna burbuja de aguas negras y no logro sentir esa bella vida, hay días en los que me pregunto si ya no son días, sino meses o años los que llevo sin ver lo bella que es la vida.

El optimismo regresará a mí, mi personalidad no es para estar deprimida por mucho tiempo, pero mientras eso llega, señores: ¿Por un perro? Burlarse de los objetivos del cuerpo armado del estado, pisotear los miembros de la justicia de esa manera? Por un perro.

Dios quiera y la próxima vez a alguien con el ‘poder’ suficiente para movilizar tantas personas no se le pierda una vaca o un caballo, porque ahí si es verdad que tendrán que reescribir la historia del pecado humano: De fruto prohibido a animal perdido. Cómo dicen en mi pueblo ‘Que el señor nos agarre confesados’.