Pequeñas Muertes

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lunes, 25 de noviembre de 2013

Canción desesperada menos dos muelas



Es la hora de partir Oh abandonado!
 Canción Desesperada, Pablo Neruda.

No he podido sacarme de la cabeza en estos días la ‘Canción desesperada” de Neruda y por alguna razón esa es la línea que no se borra.  Todas las otras van y vienen pero esta… nah! Es triste, la línea digo, pero también fuerte.  Reconoce que le han dejado y entiende que es el momento de irse.

Patética la figura debo admitir.  Un hombre tan alto, fuerte, tan Neruda, quien siempre dejaba y se hacía la víctima; de repente le veo en la montaña de la playa, chacabana blanca, manos en los bolsillos, mirando al mar.  El suspiro aquí sería un cliché pero necesario al final de su observación.  Saber que ahora es el ‘dejado’ el ‘abandonado’ después de derrochar pasión.  Todo un golpe para el Don Juan Chileno.

Tal vez por eso la escribió al final.  Después de tantos amores rotos le rompieron a él tomando lo que en ese momento tenía para dar y luego largándose de allí, correr tan rápido como dejaran las faldas; no llegar a quererlo.

A veces me pregunto si vale la pena arriesgarse tanto, y no hablo solo del amor de pareja (sean estas pasajeras o no), hablo del amor que inconscientemente ponemos en todo aquello que hacemos y que nos gusta, aquello a lo que dedicamos tiempo, energía, las cosas que defendemos cada día.  Lo hago –preguntarme- pero solo a veces.

Porque a veces quisiera estar de igual manera: viendo el mar.  O quizás solo en la cima de la montaña.  Todo es tan diferente, al menos así se siente.  Para que la experiencia sea mejor hay que subir sudando, forzar los músculos, obligar al cuerpo a solo concentrarse en subir, subir y no caer, no cansarse a mitad de camino; obligarse a llegar arriba y pararse frente al horizonte que siempre se ve vacío y lejano.

Cansar el cuerpo provoca un efecto interesante: la mente se limpia, queda en blanco, te permite respirar y entonces puedes tomar las cosas una a la vez.  Respirar profundamente y permitirte encontrar las respuestas a todas las situaciones.  Y si no encuentras las respuestas al menos decidirás qué hacer.

Quizás algunos piensen que estoy en el aire otra vez (prometo que no lo estoy), otros se preguntarán qué carajos hago recordando la mencionada poesía a estas alturas de juego, otros posiblemente se sientan identificados con una u otra parte del texto.  A todos ellos (ustedes, nosotros) lo único que puedo decirles es que perder dos muelas (supuestamente del juicio, pero eso es tema para otra entrada) me ha hecho desesperada este fin de semana.  Quiero subir la montaña, ponerme en movimiento, olvidar que duele todo y que parezco perrito bulldog de lo inflamada que está mi cara.


Ya quiero subir la montaña otra vez.  La del día a día, la de la rutina que no es rutina en mi caso.  Ya quiero.  

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